Cuando pedís un
consuelo o una solución porque estás medio ahogado, hay entre los amigos una subespecie
que te saca de encima con la mejor onda.
Vos: Estoy muy
triste, no dejo de pensar que era tan joven. Se murió y todavía le quedaba la
vida por delante.
Amigo: No pienses
más. Pensá cosas lindas.
Vos: Me vinieron
como nueve lucas de expensas, no llego con la guita este mes.
Amigo: ¡Y no las
pagués!
Estos amigos te
dan consejos que te podrías dar vos.
O te dan consejos
insensatos, que si los siguieras te iría muchísimo peor.
O te aconsejan
cosas imposibles de hacer.
Vos: Probé con
todas las dietas. No bajo de peso, temo que seguir así de gordo me traiga
problemas de salud.
Amigo: Tenés que
cambiar de vida. Irte a vivir al campo.
Vos: Estoy tan
estresado que a veces me desespero.
Amigo: ¡Tomátelo
con calma! Sé feliz. Pará de sufrir. Che, ¿conocés esa app para no tener que
andar con la tarjeta de crédito?
Claro, si te lo
pudieras tomar con calma, no estarías estresado.
Vos: Estoy muy estresado
con el trabajo. Voy a estallar.
Amigo: Andate de
vacaciones. Tomate un avión y andate al Caribe.
Claro, entre
otras cosas te vinieron como nueve lucas de expensas y no llegás a fin de mes.
Y nunca faltan
los que te mandan con otro.
Vos: No estoy
bien en este trabajo. ¿Vos qué harías en mi lugar?
Amigo: Hacé
terapia.
Vos: El pelotudo
de mi hijo toma mucho. No sé qué hacer.
Amigo: Cosas de
la juventud, ya se le pasará. Vos alegrate, ¡que la vida es corta!
O sea, uno no es
que va para que el amigo te solucione la vida, te dé la guita para pagar las
expensas. Uno quiere decirle nada más para no estar solo con un peso que no
soporta. Uno quiere que el amigo lo deje lloriquear un poco, o que busque con
uno alguna solución.
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