El odio contra
Hebe rebrotó cuando volvió a inundar la superficie, desde las capas profundas,
el agua que desespera porque las cosas sigan igual. La fuerza que se pone repentinamente
violenta cuando algo amenaza el “orden natural”.
No fue casual.
Hebe nació para luchar contra eso y el odio que se enardeció contra ella
durante el kirchnerismo es exactamente el mismo que le tuvieron los militares y
la gente que apoyaba masivamente a los militares.
También la
combatió una izquierda, por la clásica vía de dedicarle al par una enemistad
infinitamente superior que al poder explotador. “Ningún poder será más
depravado y maldito que el partido que acaban formar los que hasta ayer eran
nuestros camaradas”. Es una izquierda tocada por el costado burgués de esa agua,
enamorada en el fondo del poder que dice combatir.
Hebe tendrá más
defectos que cualquiera, ¿y qué? ¿Si no es inmaculada es traidora? Lo que se
ataca en ella, utilizándose cualquier excusa, es que haya amenazado el orden
establecido.
La defensa de “las
cosas como deben ser, hay ricos y hay pobres, les hicieron creer que tenían
derecho a los teléfonos celulares”, empezó a crecer con las manifestaciones de
los agricultores ricos y prendió con poderosa firmeza.
Es un agua que
está desde la fundación de la Argentina, muy bien expresada por Sarmiento
cuando declaraba “tengo odio a la barbarie popular”, o hablaba de “los
notables, activos, inteligentes, somos gente decente” y “llego feliz a esta
Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires donde no hay ni gauchos, ni
negros ni pobres”. Ante ellos, decía “sentimos una invencible repugnancia”.
Ese sentimiento no ha cambiado nada. Contamina a casi todos
los argentinos en diferente dosis. A veces corre en las profundidades, entre las
napas freáticas, y a veces surge a la superficie, como en la Dictadura del 76 y
como ahora, en este Gobierno que fue votado por la fuerza que estimuló el
rebrote del odio a Hebe.
Hebe significa las puertas abiertas de par en par para que
el país vaya a correr a campo abierto en otra dirección.
El odio contra Hebe es la reacción muerta de miedo ante esa locura
del deseo. Se aferra desesperadamente al “mundo como siempre fue”, porque “dar
un paso en otra dirección es morir”. Es, en boca de los militares de la
Dictadura, “la disolución de la Patria”.
Hebe representa para esa agua violenta el protagonismo de
los negros, indios y pobres, o sea, la revolución.
Representa el protagonismo de la mujer, o sea, la
revolución.
Representa el protagonismo político de los jóvenes, o sea,
la revolución.
El agua que reacciona tiene la vitalidad del ser que ve su
vida en riesgo. Es una de las vitalidades más potentes e invencibles. Apareció
con la Restauración luego de la Revolución Francesa y aparece hoy en Estados
Unidos, Brasil, Europa.
La vitalidad que busca algo mejor no está bein parada para
enfrentar esa fuerza. Cuando chocan, se enfrentan la posibilidad de algo mejor,
por un lado, y vida o muerte, por otro.
Un futuro mejor puede postergarse eternamente, pero la
muerte es definitiva.
Si quienes buscan algo mejor fracasan, pueden volver a
intentarlo, pero si quienes luchan por sobrevivir fracasan, mueren.
Si queremos una sociedad mejor, tenemos que conocer esa
desventaja. Hebe la conoció desde siempre. Era una leona enfrentándose junto a un
puñado de locas como ella, con sus pañuelos, solas en medio de un mar inmundo,
a los militares más asesinos que tuvo la Argentina.
Un día las Madres ya no estarán. Deberemos entonces ponernos
su ferocidad y encabezar la lucha para que todos estén bien y para que el mundo
de nuestros hijos sea mejor.
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