¿Qué piensa de vos tu hermano?
¿Qué ven en vos los clientes que atendés en la panadería?
¿Qué idea se hace de vos cuando te escucha tu psicoanalista?
¿Quién sos para tu ex?
¿Qué piensa tu hijo que pensás?
¿Qué sos para tu perro?
¿Qué cree que sos esa señora que te mira un poco torcido en
el vagón del tren?
¿Quién cree que sos el gerente de la empresa en la que
trabajás?
Cada persona con la que tratás es un espejo.
Se hace una imagen de vos y te la devuelve.
Sos la arquitectura de la suma de las imágenes que los demás
tienen sobre vos. Algunas imágenes quizás son enormes, otras pequeñas; unas
centrales, otras marginales; algunas convergen, otras se contradicen. Las hay
de todos los tamaños y están ubicadas en diferentes lugares.
Y esa forma que sos, es siempre cambiante. Sos una identidad
fluida.
Algunos te expresan mucho la imagen que tienen de vos, otros
se la guardan.
Algunos tienen opiniones que te parecen acertadas, otros te
parece que se equivocan notablemente.
Otros te hacen observaciones lúcidas que te aportan mucho.
Algunos tienen opiniones negativas, crueles, que te resultan
devastadoras. Te desactivan.
Otros, quizás apenas, quizás entre otras imágenes, te
muestran que sos alguien que vale mucho, que le sos insustituible, sos fecundo,
lo hacés vivir.
Y vos elegís cuál es la arquitectura de los espejos que te
rodean.
Nadie es del todo una víctima.
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