El 73% de los recursos de Argentina está concentrado en un 16% de
dueños.
Una alta proporción de ese 16% está compuesta por empresas y
personas que no son argentinas.
Para vivir formidablemente bien, digamos que cada uno de ellos
tenga un auto, que cada familia tenga una casa en Argentina, otra en Nueva York
y otra en Londres, paguen una de las mejores universidades del mundo para sus
hijos y las señoras se hagan vestidos con diseñadores top; para darse esa vida,
les sobraría con el 10% de los recursos de Argentina.
Sin embargo, aún si se quedaran con el 50% —no el 10% sino el 50%—,
y el 23% sobrante se volcara en la economía para que sea distribuido en el
resto de la sociedad, la economía daría un vuelco revolucionario y se
expandiría inmediatamente.
Lo que sucede es que ese 16% no quiere resignar, no el 23%, ni el
13% ni el 3%, sino que no resignará el 1% de sus ganancias.
Al contrario, si el Gobierno no aumenta su 73%, van a hacerle la
vida imposible, desde los medios de comunicación, desde el FMI, desde la City,
desde “el campo”, hasta voltearlo.
Estos muchachos que hacen bromas usando helicópteros y casas en
José Ignacio, esos que tanto deseo de ser como ellos generan en todos, hasta en
los más pobres, los más convencidos, los más esclarecidos, son una raza de
hienas.
Nos van a comer los hijos.
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