56 millones de personas fallecieron en 2016 en todo el mundo. Son los últimos números que tenemos en cuanto a desagregación por causas de muerte.
De ellos, más de 39 millones murieron de enfermedades crónicas no
transmisibles que progresan lentamente.
18 millones murieron de enfermedades cardiovasculares.
9 millones de cáncer.
Otras enfermedades no contagiosas como la diabetes, algunas
enfermedades respiratorias y la demencia también están entre las primeras de la
lista.
El 30% de las muertes fueron evitables.
Alrededor de 1,6 millones fallecieron por enfermedades relacionadas
con la diarrea, lo que las sitúa entre las principales diez causas de muerte.
Los trastornos neonatales, que causan la muerte del bebé antes de
cumplir los 28 días, se cobraron 1,8 millones de vidas de recién nacidos.
Diarrea y mortalidad infantil tienen como escenario la pobreza.
En accidentes de tráfico murieron 1,2 millones de personas.
Creo que debemos encender cada una de las alarmas ante la gripe que
está causando el nuevo virus que apareció en China.
Tenemos que encender todas las alarmas para no entrar en pánico.
China estará declarando 200 muertos en unas horas.
En referencia a estas últimas cifras mundiales que manejamos, eso
representa el 0,00036 de las muertes. .
Sólo en los Estados Unidos, ese año murieron 39.773 personas por
armas de fuego. Los muertos por el nuevo virus son el 0,5% de esa cifra, o sea
que por cada persona que murió por el nuevo virus, hubo 795 personas que
murieron en Estados Unidos por heridas de armas de fuego.
Entramos en pánico por el virus porque somos muy temerosos.
Si consideráramos las armas de fuego una pandemia deberíamos estar
795 veces más temerosos.
Hacemos lo que podemos para prevenir una muerte por enfermedades
coronarias, y luego nos resignamos.
Pero podemos vivir con el corazón en la boca por 1 caso de gripe
cada 90.000 casos de personas que mueren del corazón.
Entramos en pánico por el virus también porque la histeria
colectiva por el apocalipsis nos produce un gozo irresistible.
Amamos la tragedia, la muerte, la historia de que fuerzas malvadas
e ingobernables nos persigan y nos devoran.
Y ese gozo forma una dupla imbatible con los medios de
comunicación, que hacen fortuna alimentándolo.
Droga pura.
Un poco más de responsabilidad pondría la energía del pánico de
masas en función de solucionar las muertes causadas por diarreas,
vulnerabilidad de recién nacidos y otras de la miseria.
El ministerio de Salud de Argentina tiene a la cabeza un hombre que
ha tenido un tránsito brillante en organismos internacionales y esperamos que
encienda todas las alarmas para que ni un solo argentino muera por el nuevo
virus, pero también celebramos que haya tomado las riendas con firmeza ante el
dengue y el hambre.
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