En Beijing, un legendario profesor de idioma castellano, uno
de los históricos miembros de la primera camada de graduados en Filología
Hispana de China en los años 60 y desde entonces maestro de a cientos, formador
de formadores, asesor del Gobierno en temas de traducción y enseñanza de idioma
castellano a chinos y de cultura china para sinófilos y otros interesados, me
dijo hace algunos años: “Hay que corregir el modo en que se enseña el idioma
chino a las personas del mundo. Se está enseñando para que hablen chino desde
la primera clase. ¡Es un gran error! Es importante que los alumnos recorran un
camino que empieza con perderle el miedo a un idioma que sienten como endiabladamente
complejo. Ciertamente es un idioma inabarcable, como todos, pero su gramática y
léxico para la comunicación básica no son tan complejos, lo que sucede es que
sí es muy lejano, muy exótico, para las lenguas occidentales. Deben empezarse,
por lo tanto con lo que ustedes dicen ‘romper el hielo’. A partir de allí es
necesario ir familiarizándose, entrar en confianza, perder de a poco la
sensación de estar en un lugar completamente extraño. Luego ya se puede conocer:
recorrer los lugares conocidos de la lengua, aventurarse desde allí en otros.
Una vez se ande con seguridad, en posesión de algunas palabras y algunas formas
de construir con ellas ideas, recién entonces, como culminación y casi como
corolario, es posible encarar el diálogo con otros, el uso del idioma para la
comunicación oral y escrita”.
Luego agregó: “Los occidentales suelen quedar atrapados en
el dilema de que los chinos a veces tienen tiempos milenarios —la proverbial ‘paciencia
china’— mientras observan que en todas partes, en la ‘vida real’ los chinos
están apurados. La mente occidental tiende a la disyuntiva creada por la
ilusión de la lógica formal: si algo es esto, no puede ser aquello. En cambio los
chinos tienen en la mente el yinyang, lo que les hace concebir que en todo, no hay
una cosa sin la otra. El apuro porque el alumno salga hablando con las primeras
lecciones debe balancearse con un aprendizaje cuyos tiempos sean marcados por
el placer de familiarizarse, conocer, disfrutar y aún contemplar lo maravilloso
que es el lenguaje que nuestra cultura ha sabido amasar durante muchos milenios”.
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