Hace un tiempo recibí un mensaje repentino de Julita.
Digo "repentino" porque nunca nos mandábamos
mensajes. Nos habíamos divertido cuando coincidíamos en alguna reunión, pero
nunca construimos un lazo entre nosotros. Y no hubiera estado del todo bien,
porque era la hermanita de Anabel, y Anabel era mi esposa.
Pero yo me había separado hacía cuatro años y ting! tong!,
entró un mensaje y era de Julita.
"Voy a estar en Buenos Aires esta noche. Vas a estar
ahí?"
Nunca nos habíamos visto solos.
¿Ella estaba viniendo sola?
"Voy a estar esta noche" significaba que sólo
estaría una noche.
O que estaría más días, pero pretendía que nos viéramos esa
noche.
¿Qué tenía en la cabeza?
¿O en el deseo?
"Qué hacés, Juli. Sí", le respondí.
Sabía que estaba por casarse, además.
"Además", no: que se fuera a casar era el
dato más importante de aquella especie de conversación.
¿Por qué quería verme a la noche —no a la tarde—, siendo que
estaba por casarse?
Me estaba haciendo muchas preguntas a mí mismo. Algo raro
estaba oliendo.
Quizás debería decirle que no podía verla.
Entonces entró otro mensaje de Julita: "Nos
vemos?"
Previsible.
Y entonces:
"El bar de Luca?"
Siempre nos habíamos divertido en el Bar de Luca.
Me colgué. Esperaba que se me ocurrieran pensamientos para
decidir qué hacer y no aparecían.
Si decía que sí, ¿a qué le estaba diciendo que sí?
Por otro lado, era simplemente Julita en Buenos Aires, que
quería tomar algo. ¿No me estaba enroscando?
Este último pensamiento me hizo escribir: "Dale".
Obviamente pasó lo que tenía que pasar, nos emborrachamos,
terminamos en casa cogiendo.
Al día siguiente le pregunté por qué hicimos eso, si ella se
estaba por casar.
No me respondió nada significativo.
"Porque pasé por acá", "tenía ganas de
verte", "qué sé yo".
Le dije que era como una despedida de soltera, pero no me
prestó atención.
No reflexiona mucho sobre las cosas —o yo reflexiono
demasiado.
No puedo evitarlo. Con todo me hago una historia en la
cabeza, y si aquello había sido una suerte de rito, valía la pena escribirlo.
Más aún, si ella hubiera quedado embarazada.
Que es exactamente lo que sucedió.
Un par de meses después me manda un segundo mensaje de la
nada.
"Estoy embarazada".
Había regresado de su viaje de bodas —un viaje de dos meses
espectacular por toda Europa— y pocos días después confirmó que estaba embarazada.
"Felicidades 👶💗"
"No, boludo", "no sé de quién es".
Ah.
Claro.
Bueno, sintonicemos "seriedad y directo al grano".
Le respondo:
"Te casaste. Es de tu marido".
Fin del jueguito.
Pero desde ahí, a cortar clavos.
Aunque confiaba en que Julita es brava. Iba a mantener el
tema bajo control absoluto.
Y así fue.
El nene salió igual al papá.
Aunque a veces miro las fotos en facebook y no sé.
En fin.
Y hoy me mandó otro mensaje.
"Qué hacés. La semana que viene tengo un congreso en
Buenos Aires. Nos vemos?"
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