Hoy se cumplen 71 años de la creación de la República Popular China.
Parte de mi sangre provino de China.
Con los años remonté mis venas planetarias hasta la casa
en la pequeña aldea de Hoisan, donde mi abuela parió a mi padre.
Ya como adultos, mi padre y yo miramos en distintas
direcciones. Él no estaba de acuerdo con el socialismo y se fue a vivir a la
Gran Metrópolis del capitalismo, y yo me quedé en el Tercer Mundo, alineado políticamente
con Cuba y China.
Cuando cayó el Muro de Berlín la sensación generalizada
era que, luego de una pulseada que había comenzado doscientos años antes y se
había llevado todo el siglo XX, el Capitalismo había desterrado al Socialismo
de la faz del Mundo.
Ahora nos preguntamos de cuál Mundo, porque en aquel momento China, sin dar un paso atrás en su norte socialista, estaba
resurgiendo de modo impresionante.
Aún hoy aquí en Argentina, como en Europa y en los países
capitalistas en general, cuando se dice “Mundo”, se excluye a China.
¿No es asombroso?
(¿No es asombroso que el único que parece comprender el
peso de China es el presidente Donald Trump?)
China ya es una de las dos primeras economías del mundo.
Ya está cambiando la forma del Mundo. Estados Unidos, la primera potencia
pareciera no tener más que una actitud defensiva frente China, y aún así los
pensadores, periodistas, políticos, analistas occidentales se ponen
apocalípticos con lo que llaman el Mundo, al que ven desbarrancarse hacia la
antiutopía, como si China se debatiera en la misma crisis que El Salvador.
Los filósofos no dejan de repetir la sentencia de Fredric
Jameson: “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.
¿Y China?
Si su fenomenal desempeño económico se debiera al
capitalismo, entonces el capitalismo no estaría en crisis en todo el Mundo.
Si, en cambio, tuviera fundamento en una economía no capitalista,
¿no alcanza para imaginar el fin del capitalismo?
Cuando habla de la pandemia mundial, el francés Jean-Luc
Nancy dice que el episodio pone en duda toda una civilización y que “los
gobiernos no son más que tristes ejecutores” de “una especie de excepción viral
–biológica, informática, cultural– que nos pandemiza”.
¿Y China, que tuvo una cantidad mínima de muertos y
superó la pandemia sin vacuna?
Hasta el coreano Byung-Chul Han, como si hubiera nacido
en Alemania, espera que “confiemos en que tras el virus venga una revolución
humana”.
¿Y la revolución china, a qué especie pertenece?
China siguió resurgiendo después de la caída del Muro de
Berlín, cuando flotaba en el aire de Occidente la sensación de que el
Capitalismo había vencido y el norteamericano Francis Fukuyama publicaba El
fin de la Historia.
Siguió creciendo más rápido y en mayor volumen que el
resto de los países, atravesando la crisis del 2008, su propio terremoto
financiero de 2015 y todo parece indicar que la pandemia del 2020 no será más
que un tropiezo en una línea ascendente que tal vez termine ubicando a China
como la potencia mundial del siglo XXI.
Esa expansión desmiente que la historia haya terminado
con el triunfo del capitalismo.
Hoy, cuando los países capitalistas en masa no saben qué destino
tendrán diferente a una debacle sin fondo, China asciende como una estrella.
Asciende China, basada en el socialismo.
Asciende el socialismo.
Y si queremos quitarle el ismo, podemos decir que asciende
un país cuya economía ha sido conducida de manera tal que propició a unos mil
millones de personas la salida de la pobreza.
En 40 años, entre 800 y mil millones de chinos dejaron de
ser pobres.
Aún sin igualdad social, China va camino a ofrecer a cada
una de las personas que la habitan una vida digna.
La gente tiene trabajo.
Los viejos son cuidados.
Las condiciones de vida mejoran día a día.
Incluso las condiciones ambientales.
La seguridad es extrema.
La vida puede transcurrir sin sobresaltos, con previsión.
La gente progresa.
Los jóvenes tienen fe en el futuro.
Los chicos, todos los chicos, van a la escuela.
Esto es lo que vi en la pequeña aldea de Hoisan (Taishan,
台山市), lo mismo que vi
en mis visitas durante cinco años a casi todas las provincias y territorios de
China.
Otro día hablaremos de las cosas que no me gustan de
China, pero no puedo concebir que estos datos no signifiquen un triunfo rotundo.
Excelente reflexión, Gustavo, y tan necesaria en estos tiempos en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer...pero está naciendo...
ResponderEliminarSalud al gran Pueblo Chino. Las autoridades Chinas saben que la real "Pandemia" es virtual-política organizada, ejecutada por la mafia oculta para amansar a los pueblos y así dominarlos. Para llegar a sus fines la mafia usó la racha de gripe y la vistió de fantasma monstruoso.
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