Probablemente nadie es tan feliz como los cazadores con un
nuevo día siempre fresco e imprevisible por delante.
El Gran Felino está más vivo cuando persigue a su presa. Ha
clavado en ella esa fijeza implacable de sus ojos amarillos, la persigue con
una fuerza que aterroriza y una determinación que no es de este mundo. Está
perfectamente concentrado en el momento.
Ni el pasado ni el futuro tienen la mínima pizca de
existencia.
Pero cuando la haya matado y esté tenga tiesa bajo sus
garras, quedará desorientado, no sabrá qué hacer. Finalmente tratará de
animarla, para que vuelva a correr, para que se mueva.
Quizás en las sucesivas reencarnaciones gane un poco de
sabiduría y averigüe que es mejor jugar a matar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario