¿Recordás el día en que viajaste solo en colectivo por primera
vez?
¿El día en que caminaste solo por primera vez hasta la
escuela?
¿Recordás aquel remoto día en que te largaste a andar en
bicicleta sin las rueditas?
Más difícil, ¿recordás ver escrito tu nombre, y saber que
acabás de escribirlo vos solo?
¿Recordás aquel día en que aprendiste a atarte solo los
cordones?
¿Recordás el día en que por primera vez te bañaste solo?
Solo, solito, yo solo, sin ayuda, sin que otro me guiara la
mano, o siguiera con la vista cómo estaba haciendo.
Era el destete.
Arreglarse solito.
No depender.
Ser yo.
Luego vino la admiración por los más grandes, que solos podían
hacer muchas cosas, hazañas. Y el entusiasmo por Superman, por Patoruzú, por
San Martín, por Robison Crusoe, por Maradona, por Clint Eastwood en el Oeste,
por Jesucristo, por Philip Marlowe, por Nietzsche, por el Che.
El Hombre Nuevo, el Mayor de los Hombres es el que se
construye a sí mismo.
Toda una vida de Self-Made Hombre Nuevo, y un día te rompiste,
un poco, no más de tres componentes de tu estructura ósea, y todo el mito se te
viene al piso como se acobarda súbitamente en su debut el jugador que más
prometía.
Te vas a decir que la entereza se mide no en no haber caído,
sino en salir adelante.
Patrañas.
En el rincón donde no te mientas no te podrás arreglar solo
para cortar el pan, para vaciar el mate, para barrer tu casa, para bañarte. Te
verán desnudo, te verán el culo porque no podés solo.
No podés solo, de repente no sos autoválido, no sos
autosuficiente.
De repente no podés más solo.
No podés más.
No, "no podés más", no. "No podés más
solo".
Mientras alguien te ata los cordones, pensás que ya no sos ni
Marlowe, ni Patoruzú ni Superman. Pero entonces pensarás en todos ellos.
¿Qué pudo cada uno?
Lo necesario para construir el mito de que podían hacerlo todo
solos.
Pasaste años dándole vuelta en el consultorio del
psicoanalista a tratar de superar las neurosis que te atan y te impiden vivir.
Años intentando rodear las neurosis, buscando sublimarlas; entendiendo
que es necesario aceptarlas como fallas fundamentales, agujeros que por
esencial no pueden ser llenados, para construir encima de ellas la vida.
Años fracasando, porque nunca solté aquella alegría del
machito, aquella ilusión que me iluminaba de alegría con la luz de la alegría
que venía de ellos, los grandes que me querían, de que yo solito puedo.
Pues hay novedades para este boletín.
No habías entendido bien. No habías entendido nada.
Superman no es de verdad, Diego tuvo a Claudia, el Che era uno
de muchos, Jesucristo era un hijo, Robinson Crusoe solo recuperó el estado
humano con Viernes.
Bienvenido a la condición humana, en la que no hay individuos
completos; que consiste en un apoyarse de unos contra otros, unos a otros, para
poder escribir el nombre, poder hacer justicia en el Lejano Oeste o cruzar las
montañas para ir a pelear contra los españoles.
No queda otra, querido Hombre Nuevo, que te vean el culo.
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