Por algún motivo, de repente en un lugar de cualquier país, de cualquier ciudad, me ha arrebatado un sentimiento muy fuerte de que pertenezco ahí.
Cada vez que esto sucede, me quedo sumergido en la escena,
como si hubiera aparecido en otro planeta.
Es un momento de eternidad.
No hay algo que me haga comprender por qué. No hay detalles,
ni eventos, sólo el acontecimiento.
Podría decir que en Kadiköy entré en una pequeña iglesia
católica de muchos siglos y me quedé dormido, o que empecé a hablar de fútbol
con un verdulero y nos entendimos como si fuéramos de la misma hinchada, o que
miré hacia el estrecho cuando bajé del barco y sentí: "llegué".
Pero fue más que todo eso.
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