En su admiración por Laura, Hernán sentía que al pintar,
ella sumergía sus manos en la verdad, y usaba la verdad como pintura y como
forma.
"No posaré humildad, sé que lo que veo en tus cuadros
es la verdad", le decía.
Hernán creía que meterse con la verdad, usarla para pintar,
era una épica magnífica, de la dimensión de lo que había hecho Juana de Arco, o
Van Gogh, Primo Lévi, Schumann o Bob Marley. Le hubiera gustado dejar asentado:
"atestiguo esta empresa con admiración profunda".
Estaba seguro de que si vivieran en una cultura sensata,
esas gestas se respetarían como lo más importante que hacen los hombres. Le
decía a Laura que ella sería una sacerdotisa, sus cuadros guiarían la visión de
todo el mundo, y así la verdad nutriría la vida del pueblo.
Conocedor de las tempestades que sacudían sin parar la vida
de su amiga, en una de sus muchas cartas a Laura le escribió: "entre todos
los sentidos de tu vida, la pintura es el más potente, el que debería alinear a
todos los demás". Le recomendaba poner "tu relación con Isabel al
servicio de tu pintura y los demás caminos con corazón que sé que las dos
tienen" y abandonar "esa pareja que se les arma de lunas mal
trenzadas, tan parecida a un niño consentido y berrinchero, que no quiere saber
de otra cosa que no sean sus caprichos."
En otra carta la instaba a "no perder todo el tiempo en
armar algo con Isabel, en medio de celos, malhumores, inseguridades y peleas.
Dejen que aquello fecundo que las apasiona de verdad les dé una paliza y no les
deje energía para perder. Ojalá no tengan tantos problemas de amor que les ensombrezca
la dicha gloriosa de tocar la verdad, ser eternas y fertilizarnos a quienes nos
toca la luz de tus pinturas".
2006
todo lo que decis es tan alentador! te agradezco muchisimo. si en la tierra hubiera muchos gustavos alentando a la gente todo seria diferente. muchas gracias por poner una pintura!
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