"Estamos en medio de una sequía tremenda", se
disculpó el guía de turismo. Me quedé mirando sus ojos para averiguar si a
continuación sobrevenía la risa o si estaba hablando en serio. Si tal era el
caso, su aseveración era delirante, porque la exuberancia de la vegetación era
monstruosa. Lo que yo había visto de Paraguay desde el avión parecía un ser
verde que todo lo devora, y una vez en Asunción se me ocurrió que la vegetación
rebalsaba desde el interior de la tierra por todos sus poros como una lava
verde y fresca. Las hojas de los árboles se empujaban entre sí para ocupar el
espacio en un crecimiento frenético, donde se posaban, las matas desbordaban
como la espuma, gigantescos mangos estaban tan sobrecargados de frutos que se
asemejaban a sauces llorones, con sus ramas vencidas hasta arrastrase por el
suelo.
Esto es lo primero que vi en un viaje a Paraguay en octubre
de 2006. Fui invitado como periodista de turismo, para que escribiera sobre
algunos lugares de Asunción que ofrecían servicios de alta categoría.
En el barrio Carmelitas se levanta el Hotel Sheraton. En un
país cuya rutina política incluye convulsiones frecuentes, un hotel de
tradicional alojamiento de empresarios y funcionarios del primer mundo está ubicado
cerca del aeropuerto internacional.
Desde su terraza se observan las residencias del barrio,
todas grandes mansiones con extensas piscinas y varios autos en la explanada
del frente. Si se anda mucho por Paraguay sólo se comprueba lo que aparece en el
primer vistazo: la gente es pobre. Sin embargo, hay ricos muy ricos. Los
productores de cine que se dedican al scouting de locaciones deberían tener en
cuenta este lugar si quieren ofrecer una Cuba prerrevolucionaria.
Para entretenimiento de esposas e hijos de los extranjeros
que deben pasar un período en Asunción, frente al Sheraton, cruzando una
avenida, hay un shopping mall. Allí se consiguen prendas de marcas
internacionales, artículos de informática, artefactos electrónicos, relojes y
otras mercancías de lujo a precios formidables, porque Paraguay es libre de
impuestos. Realmente libre, con una libertad que incluye la clonación y la
circulación de automóviles sin que interese su origen. Los aeropuertos
internacionales se caracterizan por su control riguroso en cuanto a seguridad y
a comercialización de mercancías, pero en el de Asunción es posible comprar, en
un local perfectamente legal, por 30 dólares un reloj "Rólex".
Paraguay parece territorio donde no se teme el juego de la
legalidad. La realidad alterna lo legal con lo ilegal de un modo tan relajado,
fluido y total que debe enloquecer a los rígidos y enriquecer a los
comerciantes más dúctiles, prueba de lo cual es la presencia inflamada de
árabes y chinos vendiendo la maroma de chucherías de la Gran Feria Mundial.
Fervor de libertad tropical para los Rólex, los anteojos
RayBan, los perfumes Annick Goutal, las carteras Louis Vuitton, las camisetas
Lacoste y los iPhones. La versión Siglo XXI de El Gran Dorado. Espejitos de
colores para la tilinguería global. Los días que estuve, el shopping mall fue
sede de una fiesta para la que contrataron una manada de modelos argentinas,
todas iguales, todas flacas, rubias, perras, posando decadencia occidental y
superioridad racial. El público local estaba extasiado, los chicos disfrazados
de actores de cortos publicitarios de autos y las chiquilinas intentando imitar
la tonada de las porteñas conchetas.
En el centro de Asunción, está la Casa de Gobierno que fue
residencia del Mariscal López. Algunas de las chiquilinas son descendientes de
militares que lo acompañaron y a quienes él les repartió las tierras del país.
El edificio tiene una fachada que da al centro de Asunción, corazón político
del país, y otra que da al río, que conecta a Paraguay con Buenos Aires y el
mundo. El agua llega hasta los pies del palacio en una bahía infestada de
camalotes y mugre, de orillas indefinidas, hechas de barro y casillas
miserables. Desde una de las ventanas del segundo piso, en la que los
gobernantes observaron la llegada de la cañonera que trajo a Perón, observo a
dos mujeres que amasan chiripá sobre una mesa. Alrededor tienen chicos y
perros, y cumbia.
Estoy tentado de pensar que esta miseria injusta es el
resultado de aquella historia que comenzó con un país próspero y terminó con
una Triple Alianza Canalla de Argentina, Brasil y Uruguay que, sumisas a
Inglaterra y los poderes capitalistas, lo aniquilaron como una maldición. En
todo el país quedaron no más de 150 mil habitantes.
El guía de turismo nos explica que el Paraguay recién nacido
pudo tener un desarrollo económico muy rápido, entre otras causas, porque su
independencia fue un arreglo amistoso, sin derramamiento de sangre ni recursos,
y luego porque el patriarca Gaspar Rodríguez de Francia decretó el cierre de
las fronteras y así evitó la sangría de la riqueza nacional hacia Europa.
Para imitar a las porteñas hablando las chiquilinas tienen
que suprimir con fuerza el irredimible acento paraguayo, en el que pervive la
música del idioma guaraní. "Después de la guerra, quienes enseñaron todo a
los niños fueron las mujeres, y ellas no conocían el español, que era
patrimonio de los varones. El guaraní es un idioma onomatopéyico y descriptivo.
Al trueno se le dice 'rajadura del cielo'; una planta se llama ka´arogue-morötí,
que significa ‘planta de hoja blanquecina’, y cerrar los ojos se dice tesá-ryepy-ñomi,
que quiere decir ‘esconder el interior del ojo’. Es un idioma muy propio, con
una precisión detallista. Es temperamental, imperativo, fuerte, ofensivo. A quien
lo habla le hace salir el indio de adentro. No es lo mismo decir hijo de puta
en español que en guaraní. Es una lengua que es una manera de pensar. Toda la
cultura nuestra de nosotros se hizo con el guaraní".
También explicó que "es una lengua que no deja vestigio.
Es la sabiduría de la lengua, que sólo vive mientras vive el hablante. Y aún
así, fue el sostén de un imperio, de Bolivia hasta el Río de la Plata,
incluyendo el Paraguay actual y gran parte del norte argentino y el sur de
Brasil. Hoy lo aprenden los coreanos, los menonitas y los japoneses". Es
formidable encontrar un guía que verdaderamente sepa de lo que habla.
La combi en que este guía ilustrado nos está dando la
explicación se detiene y una muchedumbre de niños se acerca. Golpean las
ventanillas, nos piden. Les decimos que no, pero siguen pidiendo. Cada vez
llegan más, ahora hay de diferentes edades, cada vez nos hablan con más
prepotencia. Les seguimos diciendo que no, pero no cejan. Entonces el guía les
dice algo en guaraní, en voz normal, sin gritar ni hablándoles de mal modo, y
los chicos se van, con asombrosa mansedumbre. El guía nos explica que "les
hablo en el mismo idioma que le hablan sus padres".
Más adelante nos detalla
que "hoy en Paraguay se habla el yopará, una mezcla de guaraní con
español. Donde más puro se habla el guaraní es en la provincia argentina de
Corrientes. Argentina y Paraguay están intrincadas entre sí. Paraguay era parte
del Virreinato del Río de La Plata, en la posguerra fueron los argentinos los
que repoblaron el territorio y hoy hay un millón de paraguayos en Argentina.
Como la dictadura de Argentina, la de Stroessner cometió la
aberración de las desapariciones. Una plaza recuerda el tema, con un monumento
hecho con una estatua que el tirano se había hecho erigir.
Nos detenemos en el museo en que se ha convertido el
Cabildo. Hay artesanías actuales, piezas del arte sacro de la época del Imperio
Jesuítico y restos de culturas guaraníticas, hechos de plumas, ramas, cueros,
fibras vegetales, caracoles, dientes, pelos, pezuñas, calabazas. Nuevamente
desborda la selva, aquí en materias primas. Los pueblos del interior son de
tierra roja y rejas rojas, y verde de selva, y los ríos son de aguas rojas
cubiertas por camalotes brillantes. El centro de Asunción es de cemento y no tiene
estilo, pero también allí gana la exuberancia de anteojos y cámaras de fotos,
relojes, MP4, playstations, autos y una espuma de fantasías que se disputan el
espacio.
Cenamos en un restaurante tradicional. Se monta un show
folclórico for export. Unas mujeres bailan moviendo sus coloridas polleras,
luego haciendo gala de equilibrio salen al escenario con botellas paradas sobre
sus cabezas, mientras un arpista crea una sinfonía de temas clásicos. Desde
donde estoy sentado tengo vista, también a un pasillo al que da un pequeño
cuarto, en el que descubro sobre un sillón al presentador del espectáculo,
mirando en la televisión un programa de Argentina, en el que el showman Marcelo
Tinelli presenta a actrices y bailarinas que hacen un número de cabaret, con un
caño como un falo.
A la mañana siguiente visitamos Rakiura, un complejo
deportivo y recreativo, en el que la selva ha sido civilizada, hay campo de
golf, restaurantes, piscinas seguridad garantizada. Allí encontramos familias
de los extranjeros que se alojan en el Sheraton. Alguien me dice por lo bajo
que es inversión de un argentino a quien no se le preguntó cómo había hecho el
dinero. Le observo que lo mismo se hace en Suiza y en cualquier país, y me
responde que la historia entre lo que sale de Argentina y llega a Paraguay es
muy particular.
Mientras charlamos observo una cancha de tenis. Hay dos
nenas jugando. No tendrán más de 11 años, pero son muy desenvueltas, con una
encantadora seguridad en sí mismas. No tienen instructor, ni disputan un
torneo, sólo juegan. Parado junto a la red hay un muchacho mayor que ellas, de
16 o 17 años, moreno, enjuto, sumiso. Está allí para ser el ballboy de las
nenas.
Octubre de 2006
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