Puede ocurrir un día qué alguien llegue hasta el lado de
uno, alguien que le guste y con quien disfrute vivir.
Puede ocurrir que un día uno no necesite entusiasmarse por
todo.
Puede ocurrir que un día uno no necesite ponerle alma a todas
las cosas.
Puede ocurrir que por un momento uno deje descansar la
desesperación porque todo tenga tanto, tanto sentido.
Puede ocurrir que un día uno se permita vivir como si fuera
seguro que mañana existirá, en lugar de exigirle al momento tanta significación
como si fuese la frase final de un libro.
Puede ocurrir que uno tenga un día en que no suceda nada,
que sea un día del almanaque.
Puede ocurrir que uno tenga un día que no sea un festival de
deseos obligatorios, sin deseo de mística, sin deseos de que todo sea especial,
sin deseos de que la realidad sea extraordinaria o de que una realidad
extraordinaria irrumpa en esta rutina mortal; sin deseos de sexo drogas y rock
and roll, sin deseos de aventuras fiestas y de amor.
Puede ocurrir que un día uno sólo tenga ganas de trabajar
sin conciencia y luego sólo comer y dormir.
Puede ocurrir que un día uno esté en paz por estar solo.
Puede ocurrir que un día que uno no sea aquel que vive una
vida que ofrezca tema de conversación.
Puede ocurrir un día que uno sea uno más.
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