Nos ha quedado muy claro que Penélope hacía y deshacía su
tejido esperando a Ulises.
Y nos ha quedado igualmente claro que Amaranta Buendía hacía
y deshacía su mortaja para engañar a la muerte.
De Penélope nos han pasado la imagen sentimentalota y boba
de que aquello la tenía hondamente triste y desconsolada.
Quizás nos estemos perdiendo que en realidad estaba
enamorada de esperar a Ulises. El que Ulises llegara un día y el que Ulises no
llegara jamás, el que la Muerte llegara un día y el que la Muerte no llegara
jamás, se había convertido en el sentido de la vida de estas dos muchachas. Acaso
estaban gozosamente aferradas a ese nudo, que cada día volvían a fabricar.