martes, 30 de julio de 2019

Gauchos

Ayer, unos gauchos arremetieron a caballo contra unas chicas indefensas que se habían metido a protestar con unos carteles en una pista de la Sociedad Rural, catedral de la oligarquía argentina, mayor expresión de la civilización en nuestro país.

 O sea, independientemente del origen y motivo de la protesta, estos gauchos son los lacayos de los dueños de los campos de Argentina.
Lacayos, vasallos, sirvientes, pajes, domésticos, obedientes, siervos, capangas, capitos, perros, laderos, falderos, chupamedias.
Es difícil conciliarlos con aquellos otros gauchos, que pelearon en las guerras  de la independencia.
Y es mucho más difícil conciliarlos con los gauchos renegados, hijos de un blanco y una india (de un blanco que violó a una india), que estaban fuera de la ciudades, fuera del trabajo, de la educación, de la nación.
Esos que no buscaban someter a nadie, pero que no se dejaban someter.
En una época, se pensó en ellos. Se los reivindicó cuando había un poco más de dignidad y menos vocación por el lacayismo.
Esos gauchos eran la barbarie: los peronistas, los negros, los pobres, los inmigrantes de los países limítrofes.
Lo que hoy quiere exterminarse.
Quedan canciones que cantaba Cafrune y aún las canta, como mostrando unas reliquias que pocos quieren ver, José Larralde. 



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