lunes, 4 de agosto de 2014

Benigno


Lorena ha venido a sentarse al lado de Benigno.
El  año pasado Lorena comenzó a dar clases en la escuela que está cerca de la villa miseria donde vive Benigno con su mamá, su papá, sus parientes y sus vecinos, todos bolivianos. Es apocado, no habla. Intenta hacer la tarea, se distrae, apenas le sale. Trabaja con su mamá. Los demás chicos no lo tratan bien, su única defensa es pasar desapercibido. Lorena le tiene cariño. Ama sus manitos gordas, sus pelos pinchos y sus densas pestañas negras.
Como otras veces, se sienta a su lado.
Benigno está haciendo algo con su teléfono celular.
    ¿No hacés la tarea?
    No entiendo.
    Cuando no entendés tenés que preguntarme.
Benigno hace silencio.
    ¿Qué hacés con el celular?
Sin decir nada, Benigno le muestra fotos. Son fotos de chicos, más alegres que él, abrazados en barra, poniendo caras, inventando poses, chicas haciéndose las sexys.
    ¿Quiénes son?
Benigno no contesta, pero a medida que pasan las fotos Lorena creer ver algo que le llama la atención. Comienza a observar mejor para descubrir qué es. Sin saber por qué le pide a Benigno que vuelva a una foto y agrande la cara de un chico. Lorena descubre que sabía quién es: Miranda, uno que está en el mismo grado de Benigno. Lorena alza la cabeza, allí está Miranda. Le pide a Benigno que vuelva a pasar las fotos que había visto por arriba y comprueba que en muchas otras también había compañeros de Benigno. Un escalofrío le corre por la nuca.
    ¿Les sacás fotos a tus compañeros?
Con un movimiento casi imperceptible, Benigno niega con la cabeza.
    ¿De dónde sacaste las fotos?
    Bluetooth —dice Benigno.
Lorena no entiende.
    ¿Cómo, Benigno?
Benigno orienta la pantalla de su celular hacia los ojos de Lorena y con su índice va abriendo ventanas y haciendo maniobras que ella apenas puede seguir —clickea en el ícono BLUETOOTH y aparece una lista de códigos, abre una aplicación en la que vuelve a aparecer la lista, clickea en uno de los códigos, aparece una serie de carpetas, clickea en una de ellas llamada DCIM y se abre un menú de fotos. La cara de Lorena se tensa. Son sus fotos, las que ella tiene en su celular. Comprende finalmente que Benigno puede entrar en todos los celulares que tiene cerca. O sea, puede leer todos los mensajes, ver todos los documentos, escuchar la música y los mensajes de voz archivados en otro celular, ver los videos, obtener direcciones de contactos, tal vez claves. Lorena mira a Benigno azorada y le ve una sonrisa tímida, apenas pícara, infinitamente inocente.
    ¿Nadie se dan cuenta de que les espiás el celular?
Benigno niega con la cabeza y dice:
    Un Señor, nomás.
Perturbada, Lorena no se detiene en “un Señor”. Le dice a Benigno “loco”, le revuelve los pelos parados y vuelve al frente, a preguntar si terminaron la tarea.

El Señor es uno de los empleados de maestranza. Es ingeniero en comunicaciones y muchos años trabajó en el área de radares del aeropuerto de San Fernando.
Él también se hizo amigo de Benigno. Lo veía siempre solo en los recreos, un día se le acercó, le preguntó qué hacía con el celular y Benigno le mostró (mucho más de lo que tiempo después le mostraría a Lorena).
El Señor también le contó secretos a Benigno. Le habló de la Transarticulación, que se mete adentro del pensamiento de algunas personas.
    Hay que tener cuidado. Yo denuncié esa violación de la intimidad en la Justicia, en las Defensorías del Pueblo y en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
El señor le mostró a Benigno una red que había construido y se ponía en la cabeza como un gorro para que la Transarticulación no se metiera en su cerebro. A veces dormía con la red puesta, porque detectaba que el Sistema se estaba metiendo en sus sueños, pero la Transarticulación permeaba la red y tuvo que quedarse despierto varios días, y al fin tuvieron que internarlo. Entonces un psiquiatra le dio una pastilla y le dijo “esto disolverá la Transarticulación”. El Señor miró al psiquiatra dentro de sus ojos, para saber si lo estaba burlando.
    Una pastilla que yo meta en mi cuerpo ¿va a disolver la Transarticulación, que opera con millones de personas, equipos, edificios, vehículos? ¿De qué modo? ¿De verdad usted piensa eso? ¿Quién es el loco, de nosotros dos?
Benigno siempre escucha al Señor. Jamás dudó de lo que el Señor le dijo. Benigno tiene sus razones para creer que el Señor dice la verdad.


Buenos Aires, 27 de julio de 2014







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